lunes, 29 de diciembre de 2014

La Guerra de Troya. De la leyenda a la protohistoria.



El de “protohistoria” es un concepto extraño. No es una transición entre prehistoria (previo a la escritura) y la historia (con escritura), sino que hace referencia a los pueblos que, careciendo de escritura propia, están en contacto con otra cultura que posee una escritura que nos permite obtener información sobre ellos. Aunque suene extraño, tras mucho tiempo de discusión, la epopeya más antigua de nuestra cultura occidental, la Guerra de Troya, ha dado el salto de mito a hecho a través justamente de las referencias protohistóricas de los archivos hititas.

La película Troya

La famosa Guerra de Troya es quizá la epopeya más antigua y el comienzo de la tradición literaria que continúa en la actualidad. Su partida se remonta del poema Ilíada que en época clásica se atribuía a un bardo llamado Homero.

El nombre “Homero” significa “el rehén” y la leyenda pretende que era un bardo ciego que recorría los diferentes reinos de la Grecia arcaica recitando la Ilíada o la Odisea para dormir a cubierto y cenar un cuenco de lentejas. Pero sobre su vida, identidad e incluso existencia no tenemos referencias directas y muchos autores creen que el propio Homero es una leyenda.

Indro Montanelli decía que “Con todo respeto a su genio, Homero debió de ser un gran filón… supo complacerlos a todos (los señores aqueos)” mientras que Vermeule opina que “Nadie utilizó en nombre de Homero para referirse a un individuo hasta que Jenófanes y Heráclito lo crearon para encontrarle defectos”. A todo esto, el popular antihéroe de Los Simpson, Homer Simpson, le debe a este personaje su nombre.
Busto de "Homero"

Hubiera un Homero o un ejército de ellos, sobre la Ilíada cabe destacar que los niños de la Grecia Clásica aprendían a leer con pasajes de la Ilíada y que el poema solo relata el enfrentamiento final entre Aquiles y Héctor. Todo lo demás (la manzana dorada, la reunión de Aulis, los diez años de guerra o el caballo de madera) forman parte de otras tradiciones o incluso del teatro clásico. De hecho, no existen referencias directas al famoso caballo, sino tres referencias incidentales entre Ilíada y Odisea que han desencadenado una bola de nieve que ha llegado hasta el presente.

A lo largo de las edades arcaica y clásica, los griegos fueron incluyendo más cosas a la tradición homérica original, muchos de estos elementos tenían un fuerte componente político ya que todas las ciudades querían tener su propio paladín y héroe asediando Troya, o combatiendo por ella.

Y, conforme el helenismo se expandía Mediterráneo adelante con la colonización y el comercio, otros pueblos leyeron la historia de Troya y quisieron tener también su momento de gloria. Así que Paris mató al rey de Tiro (importantísima ciudad comercial fenicia), Teucro pasó por Chipre… Etruscos, Cartagineses e incluso tartesios también debieron de tener su versión. Pero, seguramente, la versión política más importante de la antigüedad es La Eneida, obra del poeta de cámara de Augusto (Virgilio) en la cual los romanos en general y la familia imperial (los Julio-Clauidos) en particular se ennoblecían al pretender que su fundador, Rómulo, descendía de Eneas, hijo de Venus que luchó por los troyanos.

Este fenómeno propio del primer mileno antes de Cristo recuerda al del Poema de Gilgamesh en el segundo milenio antes de Cristo, cuando todas las culturas, ciudades y naciones tenían su propia versión del poema y habían sido visitados por Gilgamesh.

Pero no os creáis que era solo cosa de las gentes de los tiempos antiguos, o ya me diréis cómo es que Teucro fundó Cartagena y Pontevedra.

En conclusión, como señala Sergi Vich Sáez en un artículo para la revista “Historia y Vida” en 2007, la Guerra de Troya es el mayor, más comentado, fecundo y vigente mito de la historia, solo igualado en este sentido por los Caballeros del Rey Arturo.

De la leyenda a la arqueología

Pero, ¿Hay algo detrás de toda esta leyenda? Pues durante siglos lo único que hubo fueron leyendas, cosa que ya en tiempos clásicos y helenísticos atraía cierto escepticismo.

Todo esto cambió en la década de 1870, cuando un empresario alemán llamado Heinrich Schliemann decidió buscar la ciudad del poema que tanto lo fascinaba.

Todo el mundo sabe esto, lo que ya no es tan conocido es que su esposa le exigió el divorcio porqué la idea le parecía demasiado demencial. Que luego se casó con una mujer griega amante de Homero 25 años más joven que él por el rito homérico, la instaló en una finca a la que llamó “Belerofonte” y que llamó a sus hijos Andrómaca y Agamenón. Por si todo esto fuera poco, la madre tuvo que sudar tinta para conseguir que los bautizara y Schliemann solo accedió con la condición de que el cura, además de la Biblia, leyera pasajes de la Ilíada.

Pues este fue el hombre que decidió buscar Troya en el sitio donde el poema decía que estaba, usando el propio poema como guía de campo. Y es sabido que encontró un total de 8 ciudades construidas una encima de la otra, alguna de ellas realmente imponente, en un lugar llamado Hissarlik (“Pequeña Fortaleza”) cercano a un pueblo turco llamado Truva.
Las ciudades encontradas por Schliemann en Hissarlik

Luego repitió con éxito en Micenas. Encontró algunos tesoros realmente importantes, como el “Tesoro de Príamo” y la “Máscara de Oro de Agamenón”.

Todo esto le ha convertido en un héroe para la arqueología moderna, pero en su día el único que se hizo un eco de sus descubrimientos fue el gobierno del Imperio Otomano para reclamarle parte del tesoro que había encontrado.

Vamos, que la historia de Schliemann fue tan movida como la de sus héroes.

Después de Schliemann llegaron otros arqueólogos que estudiaron y distinguieron los diferentes niveles de la ciudad.

Así, los restos humanos más antiguos de Troya datan de en torno a 2920 antes de Cristo. Entre 1900 y 1700 antes de Cristo se data el estrato de Troya V, que es sucedido de inmediato por el magnífico complejo palaciego y comercial definido como Troya VI entre 1700 y 1300 y que es considerada, especialmente Troya VIa, como la más factible candidata a ser la Troya de Homero.

Es en este estrato cuando se encuentran restos de destrucción de la ciudad, el debate sobre si fue destruida por un terremoto o por un incendio.

La sucesión por la mucho menos magnificente Troya VIIh, que ha sido descrito como un “caserío de chabolas”, fue inmediata y también encontramos restos de destrucción similar a la de un incendio en su final en 1200 antes de Cristo.

Aunque incluso el propio Schliemann asumía que la Ilíada era un poema épico, la Guerra de Troya era considerada como un hecho histórico por lo griegos y fue fechada por Eratóstenes entre 1194 – 1184, por el Marmor Parium entre 1219 – 1209 y por Heródoto en 1250.

Todos ellos tenían únicamente la Ilíada y sus complementos, que nos reflejan una sociedad y costumbres más propios del siglo VII antes de Cristo (época arcaica) que de la época micénica. Con todo, la similitud de fechas no deja de ser llamativa.

En su Historia de los Griegos, Indro Montanelli afirmaba que los aqueos tramaron la conquista de Troya impulsados por las legendarias riquezas del Mar Negro (que los giregos llamaban Ponto Euxino) materializadas en el vellocino de oro.

Los diferentes paladines de la leyenda y las ciudades que representaban
Robert Graves, en sus Mitos Griegos, va mucho más allá y afirma que, fuera cual fuera el pretexto, la Guerra de Troya fue un conflicto comercial por las rutas de con el Mar Negro de oro, cinabrio, madera o hierro. Esto último es un error en su razonamiento ya que el conflicto tuvo lugar en la edad del bronce en una época en que solo los hititas tenían armas de hierro.

Otro argumento de Graves radica en que sugiere que pudo tener lugar una guerra naval de 10 años antes del asedio. Este es el único intento que he encontrado de explicar la inusual duración del asedio, pero carece de solidez ya que es muy poco probable que ninguna nación de la época pudiera tener un ejército o una flota movilizados durante 10 años. Lo más probable es que los 10 años de guerra sean solo un número redondo sin un eco real de la realidad.

Como menciona Vich Sáez, la ciudad descrita por Homero y descubierta por Shliemann estaba “destinada a triunfar”. Se situaba en una posición estratégica en la zona que los griegos llamarían Helesponto y los italianos Dardanelos, conectando los mares Egeo y Negro, lo cual concedía a los troyanos control de las rutas de cobre y trigo. También tenía bahías ricas en pesca. Eso propició su riqueza, la cual codiciaban desde antiguo muchos de sus vecinos.

Hay un detalle interesante en este punto y es que, en época clásica, los atenienses realizaron un importante esfuerzo por controlar la ciudad de Bizancio (la futura Constantinopla y Estambul) para controlar justamente las rutas con el Mar Negro, al que los griegos consideraban “país del trigo”. Este esfuerzo tuvo lugar durante todo el tiempo en que Atenas fue políticamente importante. Isaac Asimov define Bizancio como el “cordón umbilical de Atenas”. Así, en época clásica, los atenienses buscaron controlar en Bizancio los mismos factores que siglos atrás los micénicos (menos desarrollados que sus sucesores) codiciaban de Troya.

Fuentes escritas

¿Tenemos fuentes escritas a mayores de la Ilíada y toda la tradición que mama de ella?

Pues en Hissarlik no se ha encontrado demasiados textos y en los diferentes palacios micénicos (Micenas y Pilos son los más importantes) los escritos son también escasos y están concentrados en el sistema llamado Lineal B, que fue adquiriendo rasgos anatolios durante el siglo XIII. Estos escritos micénicos no contienen mucha información histórica, centrándose en la gestión de terrenos.

Así pues, ¿Existe alguna fuente escrita que nos pueda hablar de la situación de Anatolia y el Egeo en esa época? Pues la verdad es que si, y desde hace décadas la interpretación de sus archivos ha suscitado un acalorado debate. Estoy hablando de los hititas.

Los hititas, que se llamaban a sí mismos “knesitas”, dominaron durante más de 700 años Anatolia, ejercieron una fuerte influencia en Cilicia, Siria y Grecia, derrotaron en batalla a egipcios y babilonios y fueron los artífices del primer tratado de paz recordado, del cual se guarda una réplica en Naciones Unidas.

Y, a pesar de eso, fueron olvidados por casi todo el mundo antiguo y solo se encontraban referencias a los hititas (hittim) en el antiguo testamento bíblico, donde los “hititas” referidos probablemente se basan en los reinos neohititas de Siria (Karkemish, Karatepe…) y no en los hititas anatolios.

Con todo, fueron estas descripciones bíblicas las que inspiraron a los arqueólogos que escavaron la colina de Boghazköy en el centro de Anatolia descubriendo una imponente capital rodeada de murallas ciclópeas y con varias bibliotecas.

Estas bibliotecas contenían muchas tablillas escritas en cuneiforme acadio, pero en una lengua que costó mucho descifrar porqué se asumía que se trataba de una lengua semítica como el acadio o el arameo. Hasta que se comprendió que la lengua hitita, el nesita, era una lengua indoeuropea.

A partir de eso, el estudio de la historia hitita se aceleró y nos mostró un pueblo tecnológicamente avanzado para su tiempo (fueron los responsables de la primera edad del hierro) y con una legislación menos cruel, que mantuvo relación con todos sus vecinos. Se los ha llamado “el imperio olvidado” pero también “tercera potencia” del oriente antiguo.

Los anales reales de las capitales hititas (Kanes, Kussara, Hattusha o Kakemish) nos permiten reconstruir casi todo el segundo milenio antes de Cristo. ¿Hay alguna referencia a Troya en estos anales? Aquí comienza la polémica.

Los hititas hacen referencia a numerosos pueblos vecinos. Asirios, babilonios y egipcios aparecen mencionados de forma recurrente, incluyendo matrimonios políticos. También un pueblo que vivía en lo que hoy en Siria, los hurritas, que se considera que están relacionados con los kurdos modernos y un pueblo incivilizado llamado gasga que los atacaba cada cierto tiempo.

Y, sobre el occidente de Anatolia, los textos hititas y la arqueología coinciden en que más o menos al mismo tiempo que los hititas se establecían en el centro de Anatolia otro pueblo indoeuropeo se establecía en la zona occidental: los luvitas. Su lengua era claramente indoeuropea y siguió hablándose en tiempos griegos, siendo el luvio anatolio la lengua de los reinos de Frigia y Lidia que coincidieron con la colonización griega. Hasta el punto que la nación que los griegos llamaban Lidia se ha identificado con la Lukka mencionada por los hititas.

Así, la zona occidental de Anatolia llegó a ser llamada Luwiya, si bien los hititas preferían llamarlo Arzawa en referencia una nación llamada Arzawa Menor, que era la más importante de este conjunto del que formaban parte también Miza, País del Río Seha o Wilusa.

En el paso del silgo XIII al XII, estos territorios fueron sometidos por el rey hitita Mursili III, otro personaje donde los haya, que realizó una potente intervención tanto militar como diplomática que mantendría Luwiya bajo el mando hitita durante más de un siglo.

Otro pueblo mencionado por los hititas como un enemigo son los ahhiyawa, y aquí hay una fuerte controversia porqué ya en 1920 Emil Forrer afirmó que había encontrado a los micénicos en los textos hititas en base a que ahhiyawa sería la forma de escribir en nesita achaiwia, forma primitiva de Achaia.
Asia Menor según los hititas

La discusión ha seguido desde entonces entre los que consideran que Ahhiyawa se correspondería con los griegos micénicos y los que opinan que Ahhiyawa estaba en Asia. En 1981 se celebraron simultáneamente dos simposios con resultados completamente contrarios.

Con todo, los argumentos en favor de considerar ahhiyawa = micénicos son poderosos: los hititas consideraban al rey de Ahhiyawa como un par en su famosa “Paz Perpetua” y se duda que hubiesen tolerado semejante potencia en Anatolia, en sus diferentes enfrentamientos los reyes hititas afirman haber “arrojado al mar” a los ahhiyawa y muchas maniobras de Ahhiyawa parecen estar más relacionadas con la depredación que con la conquista (cosa que concuerda con la mentalidad guerrera que parecen haber tenido los micénicos).

También se han encontrado en Hattusha una espada y la efigie de un guerrero que no concuerdan con el habitual tono anatolio de la capital hitita. De hecho, son muy similares a las armas y efigies micénicas y se mencionan como botín de guerra.

Se ha llegado a afirmar que los Ahhiyawa no tienen un lugar en Asia y que si zona de influencia estaría entre el Egeo y Chipre. Alternativas anatolias como Cilicia se han visto rebatidas al situar otras piezas en ese lugar (en este caso Kizzuwatna, provincia de gran importancia para los hititas).

Si volvemos a los luvitas, dentro de Arzawa hay una nación llamada Wilusa, que Forrest comparó con Ilión de la siguiente manera:

Wilusa, Wilusiya = Wilios, Ilios, Ilión.

En el tratado entre el rey hitita Muwatalli y el rey de Wilusa Alaksandu y una tablilla ceremonial, se menciona que Wilusa está al norte del “País del Río Seha” y cercana al país llamado Lazpa. El río Seha está identificado con el Caicos clásico, equiparando el País con la Misia griega y Lazpa se ha identificado con Lesbos. Así, Wilusa se situaría en la Tróade, en la misma región que la ciudad encontrada por Schliemann. También se ha encontrado en Troya VIa (“La Troya de Homero”) un sello hitita y referencias a Wilusa en otro sello en Hattusha.

Otra ciudad destacable en la zona es la llamada Milawatta, que se ha identificado con la Mileto griega, que se en aquella época se llamaba Millatos.

La lista de topónimos es mucho más amplia:

Apasa = Efeso

Assuwa = Asia. Originalmente solo Asia Menor, pero era la parte de Asia que conocían los micénicos así que el concepto “Asia” fue creciendo conforme se conocía más territorios.

Lazpa = Lesbos

Millawanda / Millawatta = Millatos / Mileto

Tarwisia = Troya

Wilusa, Wilusiya = Ilios / Ilión

También se han detectado algunos nombres de personas:

Alaksandu = Alexandros.

Attarissiya = Atreo

Kukkunni = Kuknos

Muwatalli = Mótilo

Tawalagawa = Eteocles

Pariyamuwa = Príamo

Pariziti = Paris

Pero, al hablar de nombres de personas, tenemos que tener en cuenta que las personas llevan sus nombres durante los períodos de tiempo de sus vidas, que son mucho más breves que las de las ciudades. Así, Wilusa fue Wilusa durante siglos, pero en ese período pudo haber muchos Alaksandu o Attarissiya diferentes.

Por último, en una tablilla hitita, un rey de Wilusa jura por un dios llamado Appaliuna que parece tener un carácter solar que pudo ser afectado por el dios hitita Telepinu. Esto es llamativo porqué Appaliuna suena demasiado similar a Apolo y este era el principal dios aliado de los troyanos (se afirma que Apolo y no Paris disparó la flecha que acabó con Aquiles). Apolo es, además, el único dios griego del que no se encuentran referencias en los palacios aqueos, de modo que podría ser un dios de origen luvita.

Sobre los dioses micénicos, la más citada es una diosas llamada Potnia (“la señora”). Una referencia habla de Potnia Atana, eso es, “Señora de Atenas”. La principal diosa de los griegos era Atenea. Por supuesto no es tan simple: existen numerosísimas potnias en los restos micénicos, incluida una potnija asiwija, la “Señora de Asia”. En este sentido también se puede comparar la referencia a asiwija con la Asuwa anatolia, que refería al Asia Menor, concretamente a Arzawa.

Actualmente, la identificación de Wilusa = Ilión / Tarusia = Troya y Milawatta = Millatos (Mileto) están muy sólidamente asentadas y son bastante aceptadas y se considera que la ciudad descubierta por Schliemann coincide con la Wilusa de los textos hititas, que se trataba de una ciudad luvita y que tenía una importante relación con los hititas y los micénicos.

En 1984 la prensa afirmó que se había encontrado una Ilíada luvita, una Wilusiada en la que se mencionaba a Paris. Pero se trataba de una exageración debida a la publicación en la prensa antes que científica: no se tenía un poema como tal, solo un fragmento de un texto ceremonial que contenía la siguiente afirmación:

Ahhatata alati awienta Wilusati

Que fue traducido como “vinieron de la escarpada Wilusa”. Muy poco para hablar de un comentario a la guerra troyana. Además, el Pariziti mencionado en la tablilla es solo un escriba.

Se trató de otro caso en que la prensa ordinaria exageró sin sentido un descubrimiento científico.

Conflictos entre Wilusa y Ahhiyawa ¿Guerras de Troya?

Los textos hititas atribuyen a los ahhiyawa varios ataques contra Anatolia. Todas las menciones afirman que siempre fueron derrotados y que su presencia fue siempre rechazada.

El primer caso fue el de un rey de Ahhiyawa llamado Attarissiya que realizó una potente expedición con hombres y carros contra Anatolia en general y Arzawa en particular. No sabemos si sus planes eran conquistadores o saqueadores, porque a los hititas no les importaban. Se pretende que el emperador hitita de la época (Tudhaliya II/III) los derrotó y que su hijo Shuppiluliuma I realizó una política diplomática activa para tener buenas relaciones tanto con los luvitas como los ahhiyawa.

Tras la sucesión de Shuppiluliuma (que fue digna de un culebrón), su hijo Mursili se encontró con un cambio completo de situación: Arzawa pasaba de amiga a enemiga bajo el mando del Uhhaziti de Arzawa Menor. Uhhaziti obtuvo el apoyo de Milawanda (Mileto), ciudad que en los anales de Mursili se afirma que pertenecía al rey de Ahhiyawa, que a su vez hacía causa común con Arzawa Menor. No así Kukkunni, rey de Wilusa, que prefirió el bando hitita.

Así, el rey hitita se encontró con que en Anatolia Occidental se había formado una alianza anti-hitita entre Arzawa Menor, Milawanda y Ahhiyawa pero naciones luvitas como Wilusa o Miza se situaban a su lado. Mursili enfrentó a la alianza con la ayuda de su hermano mayor Piyassily consiguiendo un notable éxito, sometiendo los territorios luvitas al imperio hitita.

En la órbita de este conflicto, los ahhiyawa conquistaron Wilusa, pero Mursili o uno de sus generales los expulsó de la ciudad y su sucesor Muwatalli patrocinó activamente la coronación de un príncipe luvita llamado Alaksandu al frente de Wilusa.

Estos eventos se pueden situar en torno al 1318 – 1290 antes de Cristo, coincidiendo con las dataciones antiguas y con los restos de destrucción en Hissarlik, concretamente con la destrucción de Troya VI, la Troya homérica.

La discusión sobre si la destrucción de Troya VI se debió a un saqueo o a un terremoto puede ubicarse en este contexto. Es más, Kukkunni pudo sentirse fuerte tras sus poderosas murallas hasta que fueron destruidas por un terremoto que permitió a los micénicos (ahhiyawa) saquear la ciudad. Lo más probable es que Kukkunni muriera entonces, pero los hititas continuaron su exitosa campaña contra los luvitas reconquistando la ciudad que fuera su aliada.

La transición entre Troya VI y Troya VII es casi instantánea, y esto también coincide con los anales hititas, ya que Muwatalli apoyó la reconstrucción de Wilusa y estableció a un hombre de su confianza en el trono. A partir de ahí, Wilusa se incorporó plenamente al mundo político hitita como aliada del imperio.

Esteban de Bizancio afirma que Paris llegó a un acuerdo con un tal Mótilo, fundador de Samilia, demasiado conveniente pero interesante.

Sobre Kukkunni, la identificación es con Kuknos (cisne). Bernabé y Álvarez-Pedrosa consideran que “cisne” no es el nombre de un “viril guerrero”, pero en los cantares griegos se menciona un guerrero aliado de los troyanos llamado Cicno (cisne), hijo de Poseidón, que era invulnerable y al que solamente Aquiles fue capaz de derrotar estrangulándolo con las correas de su yelmo. No es imposible que la invulnerabilidad de Cicno sea un eco de las murallas de la Troya VI sobre la que reinó Kukkunni.

Algo parecido sucedió en Milawanda, que pasó a depender de los hititas. Con todo, los Ahhiyawa siguieron siendo un estado importante que volvió a buscar buenas relaciones con sus vecinos luvitas y los hititas. Cosa que logró hasta el punto de que el hijo de Mursili, Hattushili, invitó al rey de Ahhiyawa a formar parte de su tratado de paz con Ramsés II de Egipto de la misma forma que fue invitado el rey casita de Babilonia.

Este rey de Ahhiyawa es llamado Tawagalawa, nombre que se ha identificado con el griego Eteocles, y los textos hititas dan a entender que mantenía un contencioso con los hititas por el control de Wilusa. Aunque Hattushili, en su línea pacifista, se muestra amistoso, Wilusa se mantiene en la órbita hitita.

Tras la muerte de Hattushili el poder pasa a su hijo Tudhaliya IV y las tensiones se recrudecen para los hititas en dos frentes: en Siria los asirios se enfrentan con los hurritas y en Arzawa Ahhiyawa vuelve a aliarse con Milawanda para tomar el control de Wilusa. Cosa que consiguen, tomando al rey Walmu bajo custodia.

Tudhaliya IV envió un ejército a Arzawa y envió al rey de Milawanda la llamada Carta de Milawanda, en la cual reclama al rey local la liberación de Walmu. Sobre los eventos subsiguientes la información es poco concreta, pero si sabemos cómo se resolvió el conflicto: Walmu recuperó el trono de Wilusa como recompensa a su lealtad al rey hitita y este ocupó por completo Milawanda estableciendo un rey de su completa confianza, privando a los Ahhiyawa de su principal base de actuación en Anatolia. Esta derrota fue tan seria para Ahhiyawa que su nombre fue borrado, e incluso tachado, de las listas de reyes en los tratados.

Y lo cierto es que el final del reinado de Tudhaliya y los reinados de sus hijos en la última década del silgo XII antes de Cristo están cercanos al final del período HR III B2 en los palacios micénicos de Micenas, Tirinto y Pilos, que marca la destrucción y abandono de estos palacios. A pesar de que la cultura dominante en Grecia durante el siguiente período HR III C sigue siendo de cuño micénico, la estructura social y territorial de Grecia se vio radicalmente trastornada.

La explicación histórica para el final de los palacios fue la invasión de los dorios, que lo griegos identificaban con el mítico retorno de los Heraclidas. Pero no existen pruebas fehacientes de una invasión, por lo que actualmente se considera que el sistema micénico pudo colapsar desde su interior a causa de conflictos sociales o problemas alimentarios. Otra explicación fue que la tendencia micénica a emprender campañas contra el exterior se vio considerablemente mermada, colapsando su estrutura social ¿Puede la pérdida de Mileto ser una de las causas de este fenómeno?

Así, tras décadas de tensiones por el control de Wilusa en que el poder hitita fue suficiente para mantener a los Ahhiyawa más o menos a raya, estos volvieron a asumir el control de Mileto (Milawanda) y a atacar Wilusa con éxito. La Wilusa de Walmu puede identificarse con Troya VII, mucho menos desarrollada y segura que Troya VI, por lo que los micénicos pudieron ocuparla y tomar a su rey bajo custodia por sus propias fuerzas. Los anales hititas dan a entender que los hititas y sus vasallos luvitas fueron capaces de rechazar derrotar a los micénicos y arrebatarles su principal base. Incluso recuperaron a Walmu con vida, lo que podría significar que Ahhiyawa no era tan fuerte como puede parecer.

Tudhaliya y su hijo Shuppiluliyama emprendieron campañas en un lugar que los hititas llamaban Alasiya que se corresponde con la actual Chipre. Esto supuso un tremendo cambio de la política hitita que hasta entonces había evitado el mar por motivos que nunca se han aclarado del todo. Las campañas tuvieron como base el puerto hitita de Ura y el apoyo indispensable de sus aliados de Ugarit, hasta donde sabemos fueron exitosas. El enemigo derrotado pudieron ser perfectamente los micénicos, aunque no se menciona a los Ahhiyawa.

El reinado de Shuppiluliyama II comienza en 1207 antes de Cristo y es el último rey hitita del que hay registros seguros. Durante mucho tiempo se consideró que fue sucedido por Tudhaliya V, pero actualmente la mayor parte de los estudiosos consideran que no hubo un Tudhaliya V. Shuppiluliyama fue un rey capaz, como prueban sus conquistas en Alashiya y Tarhuntassa, pero su imperio estaba muy débil y no pudo evitar su colapso. Con todo, la destrucción de Hattusha se data en torno a 1990 – 1986 antes de Cristo, por lo que hay un período vacío.

La destrucción de Hattusha y el imperio hitita, así como la destrucción de la fenicia Sidón y el establecimiento de los filisteos en Palestina (a la que dieron nombre), se asocia históricamente a los llamados “pueblos del mar”. Estos “pueblos del mar” deben esta denominación a las crónicas del faraón Ramsés III, que consiguió derrotarlos en el delta del Nilo, y a mediados del siglo XX se los identificaba con los “pelasgos”, término con el que los griegos se referían a sus predecesores egeos. Antiguamente se consideraba que los dorios habían invadido Grecia y los micénicos se habían echado al mar invadiendo una Anatolia en crisis incapaz de defenderse.

Pero el repaso de la lista de los pueblos del mar y los estudios en los palacios micénicos ponen en duda esta situación.

Lista de los “pueblos del mar”:

Serden – sardos

Sekeles – sículos otra versión atribuye a los sardos origen ibérico

Peleset – filisteos

Ekwes – aqueos

Lukka – lidios

Teres – de Tarso, Tarwisa, en Asia Menor o los tirrenos

Actualmente se duda de la ecuación pueblos del mar = pelasgos, entre otras cosas porqué el término “pueblos del mar” es netamente egipcio y además porqué en la actualidad se considera que el tornado que asoló oriente medio en aquella época se debía a un vasto abanico de pueblos que encontraron una forma de superar las tácticas militares de los imperios existentes basadas en el empleo de carros. A ello pudo contribuir la sedición de herreros hititas versados en el tratamiento del hierro. Trevor Bryce piensa que la destrucción de Hattusha pudo deberse a los gasgas. Pero todo esto no excluye la posibilidad de que los micénicos formaran parte de las hordas que lo egipcios llamaron pueblos del mar.

Pero en Troya un estrato de cenizas datado en torno a 1200 antes de Cristo señala el final de Troya VII y, dado que Walmu recuperó su reino, es probable que esta destrucción fuera posterior. Dada la fecha, no es descartable que Troya VII fuera saqueada y destruida en el contexto de los “pueblos del mar” cuando los hititas ya no podían protegerla, ya fuera por obra de los propios pueblos del mar, los gasgas, los micénicos, los tracios o algún vecino luvita.

Conclusión

Atendiendo a todo lo expuesto, la identificación de la ciudad descubierta por Schliemann con la Wilusa de los textos hititas es muy sólida y la identificación de la monumental Troya VI con la “Troya de Homero” parece sólida también. Existen pruebas tangibles de la interrelación de esta ciudad con los hititas a través de sellos encontrados en Troya VI.

Esta ciudad rica tuvo que ser objeto del interés de los micénicos y, si bien la identificación los Ahhiyawa con los micénicos sigue siendo objeto de polémica, también parece muy sólida con los comentarios hititas.

En los textos hititas se menciona que los Ahhiyawa consiguieron tomar el control de Wilusa al menos en dos ocasiones, y que las tensiones diplomáticas pervivieron en tiempos de paz. Al menos una de estas conquistas coincide con la época de la destrucción de uno de los niveles de Troya en Hissarlik.

De hecho, se considera que la ciudad luvita de Wilusa, llamada Ilión por los griegos, sufrió durante el siglo XIII antes de cristo numerosos ataques que contaron con la colaboración, cuando no la participación, de Ahhiyawa. La mención de solo dos conflictos se debe a que los hititas se concentraban en los eventos que los afectaban directamente.

Además, esta interacción entre hititas y micénicos puede explicar la honda influencia de los hititas en la mitología, magia y leyes de los griegos.

Si se considera la ecuación Wilusa = Ilión y Ahhiyawa = Aqueos, los textos hititas contienen referencias textuales a varios conflictos por el control de Wilusa/Troya, muy probablemente relacionado con el control de las rutas entre el Mar Negro y el Mediterráneo en las cuales Troya era una pieza fundamental, que tuvieron lugar de forma intermitente pero en general tensa durante los siglos XIII y XII antes de Cristo.

Estos fueron casi con seguridad, la inspiración original para los poemas cuya epopeya continua siendo importante en la actualidad. Así, la guerra de Troya habría superado la condición de leyenda para inspirarse en un hecho histórico.

Valerio Massimo Manfredi en su La Conjura de las Reinas y Gisbert Haefs en su Troya asumen la ecuación, si bien representan el asedio como algo posterior al borrado de Ahhiyawa de la lista de reinos asiáticos.


Bibliografía:
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-          Graves, Robert. Los Mitos Griegos. 1985, Alianza Editorial S.A.
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-          Bernabé, Alberto y Álvarez-Pedrosa, Juan Antonio. Historia y Leyes de los Hititas. 2004, Ediciones Akal S.A. 2004.
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-          Vich Sáez, Sergi. “La Troya de Homero”. Historia y Vida, 2007. Nº 476. Pags 58 – 65.
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