miércoles, 21 de enero de 2015

Luz frente a oscuridad

A veces Brais no se esperaba que la luz superase a la oscuridad, era el tipo de cosa que de cuando en cuando suena a topicazo.

Se había ido a Asturies para una de sus misiones, que no le había reportado ni un duro pero no hacía este tipo de cosas por dinero. Ahora, con la satisfacción del trabajo bien hecho, Brais estaba en una taberna de las de toda la vida en un pueblo costero. Solo que la taberna tenía concurrencia arcana.

Cambiar tetilla por cabrales, godello por sidra. Todo ello rodeado de licrántropos, trasgus, mouros, hadas, sirenas o tritones. No veía el problema.


-          ¿Una sidrina, doc? – le aulló la lupina camarera.

-          La duda ofende. – replicó Brais, tendiéndole su copa.

La moza le escanció la sidra y se la dejó bien espumosa.

-          ¿Eres una lobismoza o una llobusguaya? – preguntó Brais con retranca.

-          ¡Yo soy de aquí! – contestó la muchacha.

Pues vale pensó Brais, le encantaban esas respuestas.

-          ¡Quédate un rato, doc! – siguió la lupina – Ahora vamos a ver un desafío que no veas. –

-          ¿Y eso? –

Antes de que le llegase una respuesta, comenzaron los aplausos hacia un escenario improvisado similar a un tablao flamenco donde había dos micros. Conforme se apagaban los aplausos, un elfo se situó frente a uno y un vampiro frente al otro.

Brais se llevó la mano al mentón y sonrió. Un desafío de ingenio que seguramente consistiría en idear algo que anulara la idea del contrario entre un elfo (criatura de la luz) y un vampiro (criatura de la oscuridad), aquello iba a valer la pena.

-          Soy una lata de salsa alioli. – dijo el elfo.

-          Soy unos guantes aislantes. – el vampiro.

-          Soy un cuchillo de plata. – el elfo.

-          Soy un guantelete de hierro. – el vampiro.

-          Soy óxido que llega con el tiempo. – el elfo.

-          Soy la destreza de un gran artesano. – el vampiro.

A ver con qué contesta nuestro elfo.

-          Soy la jarra de orujo con que sueñan muchos artesanos. – fue la respuesta, estupenda, del elfo.

-        ¡Soy la cadera de Michael Jackson! – replicó el vampiro con un estupendo moonwalker que arrancó aplausos por toda la taberna.

-          Soy la vida de Michael Jackson. – el elfo no se dejó amilanar.

-          Soy el Golum. –

-          ¿El ministro? – preguntó el elfo.

-          ¡No, tío – replicó el vampiro –, el de Tolkien, que no lo mataba la adicción al anillo! –

-          ¡Pues mejor! – el elfo respiró aliviado – Porqué a Montoro no sé cómo compensarlo. –

Un segundo de silencio para que el vampiro lamentase no haberse callado él, Brais olisqueó un cachito de cabrales preguntándose qué iba a decir el elfo.

-          Soy una piedra en forma de octaedro truncado que se le cae al Golum en la cabeza. – el elfo rompió el silencio.

Tío luminoso, que grandes los tienes pensó Brais, que se lo estaba pasando en grande.

-          Soy el casco que Golum le ha mangado a un orco. – contestó el vampiro haciendo como que se ponía un casco.

-          Soy la mosca cojonera que se mete debajo del casco. – elfo.

-          Soy una araña gigante que teje su tela. – vampiro.

-          Soy cangrejo gigante. – elfo.

-          Soy un pulpo astuto. – vampiro.

-          Soy una pota de cobre humeante. – elfo.

-          Soy una espada de hierro macizo. – vampiro.

Los elfos son vulnerables al hierro.

-          Soy una armadura de titanio. – replicó el elfo.

-          ¡Soy la ira del guerrero! – restalló el vampiro con un gesto de exagerado para quitarle tensión.

-          Soy el sentido del humor. – sentenció el elfo, con un ademán burlesco.

El vampiro se quedó callado y comenzó a tocar el micro cada vez más nervioso. Brais conocía el refinadísimo buen gusto que tenían muchos vampiros y no le parecía estar ante una excepción.

-          Yo… - balbució el vampiro – no lo sé. – agarró la mano del elfo y la alzó deportivamente.


Todo el mundo aplaudió con entusiasmo. Brais se sumó a los aplausos, le había gustado mucho.

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