A veces Brais no se esperaba que la luz superase a
la oscuridad, era el tipo de cosa que de cuando en cuando suena a topicazo.
Se había ido a Asturies para una de sus misiones,
que no le había reportado ni un duro pero no hacía este tipo de cosas por
dinero. Ahora, con la satisfacción del trabajo bien hecho, Brais estaba en una
taberna de las de toda la vida en un pueblo costero. Solo que la taberna tenía
concurrencia arcana.
Cambiar tetilla por cabrales, godello por sidra.
Todo ello rodeado de licrántropos, trasgus, mouros, hadas, sirenas o tritones.
No veía el problema.
-
¿Una
sidrina, doc? – le aulló la lupina camarera.
-
La
duda ofende. – replicó Brais, tendiéndole su copa.
La moza le escanció la sidra y se la dejó bien espumosa.
-
¿Eres
una lobismoza o una llobusguaya? – preguntó Brais con retranca.
-
¡Yo
soy de aquí! – contestó la muchacha.
Pues
vale pensó Brais,
le encantaban esas respuestas.
-
¡Quédate
un rato, doc! – siguió la lupina – Ahora vamos a ver un desafío que no veas. –
-
¿Y
eso? –
Antes de que le llegase una respuesta, comenzaron
los aplausos hacia un escenario improvisado similar a un tablao flamenco donde
había dos micros. Conforme se apagaban los aplausos, un elfo se situó frente a
uno y un vampiro frente al otro.
Brais se llevó la mano al mentón y sonrió. Un
desafío de ingenio que seguramente consistiría en idear algo que anulara la
idea del contrario entre un elfo (criatura de la luz) y un vampiro (criatura de
la oscuridad), aquello iba a valer la pena.
-
Soy
una lata de salsa alioli. – dijo el elfo.
-
Soy
unos guantes aislantes. – el vampiro.
-
Soy
un cuchillo de plata. – el elfo.
-
Soy
un guantelete de hierro. – el vampiro.
-
Soy
óxido que llega con el tiempo. – el elfo.
-
Soy
la destreza de un gran artesano. – el vampiro.
A
ver con qué contesta nuestro elfo.
-
Soy
la jarra de orujo con que sueñan muchos artesanos. – fue la respuesta,
estupenda, del elfo.
- ¡Soy
la cadera de Michael Jackson! – replicó el vampiro con un estupendo moonwalker que arrancó aplausos por toda
la taberna.
-
Soy
la vida de Michael Jackson. – el elfo no se dejó amilanar.
-
Soy
el Golum. –
-
¿El
ministro? – preguntó el elfo.
-
¡No,
tío – replicó el vampiro –, el de Tolkien, que no lo mataba la adicción al
anillo! –
-
¡Pues
mejor! – el elfo respiró aliviado – Porqué a Montoro no sé cómo compensarlo. –
Un segundo de silencio para que el vampiro lamentase
no haberse callado él, Brais olisqueó un cachito de cabrales preguntándose qué
iba a decir el elfo.
-
Soy
una piedra en forma de octaedro truncado que se le cae al Golum en la cabeza. –
el elfo rompió el silencio.
Tío
luminoso, que grandes los tienes pensó Brais, que se lo estaba pasando en grande.
-
Soy
el casco que Golum le ha mangado a un orco. – contestó el vampiro haciendo como
que se ponía un casco.
-
Soy
la mosca cojonera que se mete debajo del casco. – elfo.
-
Soy
una araña gigante que teje su tela. – vampiro.
-
Soy
cangrejo gigante. – elfo.
-
Soy
un pulpo astuto. – vampiro.
-
Soy
una pota de cobre humeante. – elfo.
-
Soy
una espada de hierro macizo. – vampiro.
Los
elfos son vulnerables al hierro.
-
Soy
una armadura de titanio. – replicó el elfo.
-
¡Soy
la ira del guerrero! – restalló el vampiro con un gesto de exagerado para
quitarle tensión.
-
Soy
el sentido del humor. – sentenció el elfo, con un ademán burlesco.
El vampiro se quedó callado y comenzó a tocar el
micro cada vez más nervioso. Brais conocía el refinadísimo buen gusto que
tenían muchos vampiros y no le parecía estar ante una excepción.
-
Yo…
- balbució el vampiro – no lo sé. – agarró la mano del elfo y la alzó
deportivamente.
Todo el mundo aplaudió con entusiasmo. Brais se sumó
a los aplausos, le había gustado mucho.
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