- Has vencido fácilmente a ese monstruo. – dijo Zhio.
- Era un merodeador normal. – replicó Eion – No había
sido perfeccionado ni había obtenido un poder mayor. Era solo uno de tantos
perdedores. –
Zhio
tragó saliva, Eion comprendía bien el porqué. Los merodeadores eran criaturas
horribles: podían adoptar forma humana para ocultarse, pero su auténtica forma
tenía la piel cubierta de costras y pústulas, ojos a medio paso entre vidriosos
e inyectados en sangre y una boca flexible y repleta de colmillos.
Pero,
cuando has visto un merodeador tan cerca como le había tocado a Zhio, lo que de
verdad te helaba la sangre era su desesperada necesidad por los humanos, tan
sexual como depredadora. La vida del merodeador era pura desesperación y su
única forma de vivir era causar muerte y dolor a los seres humanos.
¿Qué
clase de monstruos habían sido los nyshirian para crear semejantes criaturas?
Eion había estado cerca de obtener una respuesta, y aquello había conseguido disuadir
su irrefrenable curiosidad.
Conforme
la noche llegaba, se detuvieron y montaron un pequeño campamento al lado del
sendero. Eion prendió una hoguera y calentaron algo de la carne que les habían
dado los aldeanos para agradecerles el haber derrotado al merodeador. Por
supuesto, los aldeanos tendrían que abonar un pago, pero tendrían que
entregárselo a Lor.
Él ya
había cumplido e iba a disfrutar de la compañía de Zhio. Desde el mismo momento
en había acogido a aquella chiquilla a su servicio, Eion supo que era una mala
compañía para ella. Exactamente igual de mala que lady Ilene para él cuando era
niño. Pero ni entonces ni nunca cambiaría los años que pasó al servicio de lady
Ilene. Y la presencia de Zhio era algo maravilloso.
Zhio
estaba haciendo lo peor que hacen todos los niños: crecer. Ya no era la niña de
cuerpo infantil que había tomado bajo custodia, se estaba convirtiendo en una
mujercita. Pero había algo que nunca desaparecía: el brillo en sus ojos, su
mente lúcida.
Que
creciera era un problema, porqué se acercaba a la edad en que él había sufrido
la agonía que lo había transformado en soldado de la Disciplina. Eion se había
convertido en una criatura en parte humana en parte nyshirian para recoger el
legado de lady Ilene (o eso se decía a sí mismo), pero no quería que Zhio
pasara por algo semejante.
Desechó
aquellos pensamientos de su mente, quería a Zhio como si fuera de su sangre y
estaba contento de volver a tenerla a su lado. Y sabía que era un sentimiento
correspondido.
-
¿Cuándo podremos visitar alguna ciudad? – preguntó
Zhio de repente.
- No sabría qué decirte. – replicó Eion – Mientras Lor
no me venga con una nueva misión, podré hacer lo que desee. –
-
Por eso te empecinaste en seguir siendo el número
seis. – dijo Zhio.
-
Correcto. – aceptó Eion – Pasar a ser uno de los
cinco veteranos implicaría perder parte de mi autonomía. – suspiró – Además, a
Baelor Narizrota no le interesaba que yo acumulase más poder del que ya tengo
dentro de la Disciplina. –
- Baelor Narizrota, el Gran Maestre de la Disciplina.
– la voz de Zhio se tornó ceremoniosa al recitar aquellas palabras.
- El hombre al que debo disciplina. – apuntilló Eion.
Eion dio
bocado al trozo de carne tostada que tenía en la mano y lo saboreó todo lo que
pudo, Zhio siguió su ejemplo.
-
Podríamos dirigirnos a la ciudad roja. – dijo Zhio.
-
¿Y eso? – replicó Eion.
-
Por lo que sé, – dijo Zhio – hay cerca algunos
petroglifos, por no mencionar el arte de los royos de terciopelo. –
- ¿Tiene algo que ver con la feria de tejido que se
celebrará en breve en la ciudad? – inquirió Eion, enternecido.
Zhio dio
un respingo cual niña traviesa que ha sido pillada in fraganti.
- Me gustaría comprarme algo. – reconoció, sonrojada –
Es una feria donde se encuentran buenas piezas de arte. Y lo de los royos de
terciopelo… -
- ¡Son muy bonitos, pero poco prácticos! – dijo Eion,
sonriendo – Lady Ilene tenía uno con poemas antiguos, pero le daba trabajo leer
o conservarlo. Pero si lo que deseas e ropa nueva, ya sabes lo que negocia Lor
por mis servicios y las pocas necesidades que suelo tener. –
- El Gran Maestre Baelor Narizrota me ha pagado en oro
por las copias de varios tratados de hice en el reino de cristal. – replicó
Zhio, frunciendo el gesto.
Eion
sintió una punzada, su niña se hacía mayor y quería pagarse su propio capricho.
Sabía que Zhio había copiado tres tratados sobre la antigüedad de las
bibliotecas de los elfos del reino de cristal y también que el Gran Maestre se
los había pagado. Había sido un oro bien gastado: Eion no conocía escriba mejor
que Zhio, era observadora, minuciosa, perseverante y valerosa (cosa que le
había dado a Eion varios quebraderos de cabeza). Y aquellos libros eran
auténticas obras de arte, Eion apenas había visto alguna caligrafía más hermosa
que la de Zhio, a diferencia de su propia caligrafía, tan clara y precisa como
su prosa.
-
Si deseas pagarte algo, – dijo al fin – no seré yo
el que te lo impida. –
Zhio lo
miró destilando gratitud. Mientras le devolvía la sonrisa, Eion notó que algo
se ensombrecía. Los sentidos de un soldado de la disciplina son difíciles de
describir, pero sintió un poder aproximándose. No era un amigo.
-
No estamos solos. – dijo, envarándose.
-
¿Cómo? – dijo Zhio.
Eion se
puso de pie y llegó al lado de Zhio para protegerla, ella se puso tensa y situó
entre él y el fuego.
-
¿Otro merodeador? – dijo.
-
No creo. – replicó Eion – Es algo diferente, algo… -
retorcido, algo retorcido contra sí mismo.
Solo se
le ocurría algo que pudiera ser así. Desenfundó su estada.
-
¡Vamos! – gritó – ¡Sal de una vez, rata! –
-
¡Eion! – reaccionó Zhio.
-
¡Muéstrate, bestia! – siguió Eion.
Unos
arbustos crujieron y, girándose para seguir el sonido, Eion reconoció la enorme
figura humanoide de la criatura llamada “El Árbitro”. Con su rostro demacrado,
cubierto de pústulas y costras, sus colmillos negros, sus ojos desencajados.
- ¿Ese es el “Árbitro”? – dijo Zhio.
- Sí. – dijo la criatura con una voz ronca – Yo soy el
Árbitro. – sus ojos se clavaron en Zhio – ¿Te parezco repulsivo? Deberías
saber… -
- ¡Que eres el resultado de un experimento de la
Disciplina! – replicó Zhio – La Disciplina quiso crear armas contra los
merodeadores que fueran menos potencialmente peligrosas que los soldados tipo
nyshirian y utilizaron carne y humores de merodeadores en cuerpos de seres
humanos para crear soldados “tipo merodeador”. Tú fuiste el más poderoso. –
La cara contrariada
del árbitro hizo sentirse orgulloso a Eion. Zhio
siempre sorprende.
- ¿Y qué haces aquí, quimera? – siguió Eion.
- He venido a veros. – replicó el Árbitro – Quería
saber qué hacías y de qué eras capaz, “caballero magnífico”. –
-
¿Soy especial o no tenías a nadie más a quien
perseguir? – replicó Eion.
-
Ya nos habíamos visto. – replicó el Árbitro – Cuando
no eras mayor que esa cría y… -
- Lo recuerdo. – lo cortó Eion – Servía como escriba a
lady Ilene y presencié la batalla del pueblo fantasma. –
- ¿La batalla? – restalló el Árbitro – ¡Querrás decir
la masacre! ¡Los mismos alquimistas que nos habían creado no desecharon como
basura y ordenaron a los soldados tipo nyshirian que nos aniquilaran! –
- ¡Eso es mentira! – restalló Eion – Los alquimistas y
representantes encomendaron a muchos de vosotros misiones pero la mayor parte
perdieron el control. Tú te presentaste voluntario como inquisidor, pero
desertaste tras tener que matar a más de un centenar de soldados iguales que
tú. –
Eion
podía comprender que desertase después de haber matado a un centenar de
semejantes, lady Ilene también lo había comprendido.
- Muchas de las otras quimeras te siguieron. –
prosiguió Eion, en tono acusatorio – Lady Ilene y el entonces número dos, lord
Baelor, os indicaron un lugar apartado donde podríais ocultaros. – enarboló la
espada – Hasta que el entonces Gran Maestre Orsay decidió que le seríais útiles
contra lady Ilene y os “autorizó” a cazar seres humanos. Lady Ilene reunió a
los guerreros que la apoyaban y os derrotó en vuestro propio cubil. – su voz se
quebró al recordarla – De no ser por su corazón piadoso, os habría aniquilado
pero decidió perdonar la vida a algunos de vosotros. –
- ¡Como si fuéramos perros sarnosos! – restalló el
Árbitro – ¡Y habríamos muerto de nuestras heridas y de hambre de no ser por
Doros! –
Doros. La
primera noticia que había tenido Eion de aquel ser había sido una referencia en
los apuntes de Ruano antes de derrotarlo. Después, Zhio y él habían encontrado
una montaña de referencias. Y otra montaña en los archivos del “rey Hakon”.
Doros era mucho más que un merodeador potenciado, Doros era el más brillante
aprendiz de Ruano, tanto desde el punto de vista técnico como estratégico. Si
la raza humana en su conjunto tenía un enemigo, ese era Doros.
- ¿Así que por eso sirves a Doros? – dijo Eion – ¿Por
gratitud? –
- No creo. – replicó Zhio – Un merodeador no es capaz
de ser agradecido, solo los une el poder. Y, si quedase algo de humanidad
dentro de este ser, habría luchado contra Doros hasta su último aliento. –
Nuevamente,
el rostro deformado del Árbitro se contrajo ante la formidable capacidad de
observación de Zhio. Lo que hizo entonces asombró a Eion: su energía se redujo,
sus llagas dejaron de supurar veneno y se giró y marchó. Eion no tenía muy
claro qué había sucedido, simplemente notaba que toda su agresividad se había
diluido en ¿desánimo?
- Creo que será mejor poner tierra de por medio. –
dijo Eion, cuando notó completamente desvanecida la presencia del Árbitro.
-
¿Qué le ha pasado? – preguntó Zhio.
-
Le has pasado tú. – replicó Eion – Has visto en su
interior algo que no quería reconocer. –
-
¿Qué se ha rendido a Doros por qué no podía
enfrentarlo? – preguntó Zhio.
-
Quizá. – replicó Eion – O quizá que hubo un tiempo
en que fue un ser humano. –
-
¿Igual que tú o cualquier otro soldado? – preguntó
Zhio.
-
Más o menos. – replicó Eion – Pero, cuando hablaste,
agarró un sello que le colgaba del pescuezo. – se alzó de hombros – Creía que
aquel sello podía haber sido robado, pero esa reacción me parece que denota
posesión. –
-
¿Un sello que le perteneció cuando era humano? –
dijo Zhio.
-
Tiene pinta y creo que conozco ese sello. –
apuntilló Eion – Después de la feria de Ciudad Roja ¿Te apetece visitar la
enorme Ciudad Pétrea? –
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