domingo, 28 de septiembre de 2014

El Dodo, el Kakapo y Charles Darwin



En los últimos años, los creacionistas y ciertos grupos difíciles de definir han comenzado a una campaña contra la Teoría de la Evolución relacionándola con la eugenesia y la exclusión social. Pero la lectura de las obras de Darwin (obras que a día de hoy deben considerarse históricas) y el estudio de la historia de dos aves no voladoras insulares nos dan a entender algo completamente diferente.




Nuestra primera gran ave no voladora insular es muy conocida entre los que han estudiado la adaptación animal dentro de las microzonas evolutivas que son las islas. Su nombre científico es Raphus cucullatus pero se la conoce más como dodo, considerado por mucho como el símbolo de la extinción de los animales por culpa de los seres humanos.
A pesar de su aspecto, el dodo formaba parte de la familia columbidae. Esto es, se trataba de una paloma, una paloma que llegaba a pesar más de doce kilos. Sus antepasados eran palomas que llegaron volando hasta la isla de Mauricio volando y pudieron quedarse en el suelo porqué no tenían ningún gran enemigo terrestre. Sin necesidad de volar, pudieron engordar hasta ser el mayor miembro de la familia de las palomas.
En general las palomas son vegetarianas y el dodo mantuvo esta dieta, los pocos datos que recogieron los naturalistas que los vieron con vida apuntan que les gustaban las frutas y las semillas, que trituraban en unas molleras llenas de piedras.
Otra ave que ha tenido una historia evolutiva similar es el kakapo neozelandés. Su nombre científico es Strigops habroptilusy su nombre común significa “loro nocturno” en el lenguaje maorí. Se trata de un loro muy grande que puede superar los 4 kilos, no puede volar pero en ocasiones si pueden planear y sus patas son capaces de trepar a los árboles y correr.
Son vegetarianos y comen frutas, semillas polen o plantas. Como todos los loros, son muy curiosos e inteligentes, lo cual hace que se muestren amigables con los humanos.
Los antepasados de kakapos llegaron a Nueva Zelanda cuando esta se acababa de separar de Gondwana. El género más cercano al Strigops es el Nestor, del cual se han encontrado fósiles de hace 70 millones de años. Los estudios genéticos sugieren que ambos géneros se separaron antes de la extinción de los dinosaurios.
A decir verdad, Nestor existe a día de hoy y su representante más conocido es el Nestor notabilis, el kea, uno de los mayores loros voladores que puede llegar a los 800 g. Una hembra llegó a pesar 1000 g. A diferencia del apacible kakapo, el kea es omnívoro, siendo capaz de alimentarse de insectos e incluso de atacar a pequeños mamíferos.
El kea y el kakapo son dos loros muy diferentes.
Pero hay una interesante analogía entre el dodo y el kakapo: en El Origen de la Especies, Charles Darwin sostenía que cuando un carácter se tornaba deletéreo la naturaleza tendía a economizar en él. Esto es: un ave que no necesita volar irá perdiendo las alas a menos que les encuentre otra utilidad. Y una cosa que tenía en común la isla de Mauricio como Nueva Zelanda era la usencia de grandes depredadores terrestres como pueden ser gatos, monos o serpientes grandes. Solamente tenían aves, lagartos o tuataras (que solo saben cazar a acecho), por lo que dos aves del tamaño del dodo y el kakapo no tenían prácticamente enemigos salvo quizás algún águila o cocodrilo. En otras palabras: estaban a salvo, no tenían enemigos.
Y en esa tesitura la naturaleza economizó en defensas e instinto defensivo, de modo que nuestros pajaritos quedaron indefensos por la falta de enemigos. Como he dicho, el kakapo es curioso y se acerca tranquilamente a los humanos, cosa que no es necesariamente buena idea, y el dodo era tan manso que los marineros lo podían matar a palos.
Cuando los exploradores humanos llegaron a la isla de Mauricio, los marineros vieron en el dodo una fuente de carne fácil y sus huevos eran un manjar cotizado. También los cerdos atacaban a los dodos, que no tenían defensas.
El dodo fue descubierto en el siglo XVI. En 1581 un explorador español llevó uno a Europa y se le dio el nombre de dodo (que en el portugués de la época equivale a tonto). Un siglo después estaban extinguidos, los últimos se vieron en 1681.

En 1627 Thomas Herbert les dedicó este epitafio:
Tienen un semblante melancólico, como si fueran sensibles a la injusticia de la naturaleza al  modelar un cuerpo tan macizo destinado a ser dirigido por alas complementarias ciertamente incapaces de levantarlo del suelo.”
La extinción del dodo tuvo sus repercusiones en el ecosistema de la isla de Mauricio, concretamente por el árbol Calvaria major, un árbol de larga vida que también es conocido como “árbol dodo”. Este árbol era muy abundante en Mauricio allá por el siglo XVI, pero en 1973 solo quedaban 13 especímenes fértiles.
En 1977 Stanley a. Temple estudió varios ejemplares y estimó que habían germinado en tiempos que el dodo existía. El fruto de C.major tiene una semilla de similar a una pipa con una cubierta tremenda, tanto que el embrión parece incapaz de traspasarla. Temple hipotetizó que las semillas del árbol dodo eran erosionadas dentro de la mollera del dodo, permitiéndolas germinar. Para confirmarlo hizo un análisis comparando la molleja del dodo con las de otras aves e incluso dio frutos a unos pavos para ver como los digerían. El resultado fue que las pipas habría sufrido un desgaste de hasta el 30% antes de ser defecadas o regurgitadas, permitiéndoles germinar.
Actualmente se ha conseguido que germinaran semillas de Calvaria major desgastando su pipa mecánicamente. La larga vida de este árbol lo ha salvado de la extinción.
La situación del kakapo no fue muy diferente. Los primeros humanos en llegar fueron los maoríes, que llevaban ratas y los cazaban. Pero los europeos llegaron en los siglos XVIII y XIX con palos, perros, gatos y armiños, contra los que el kakapo no tenía defensa alguna. Al mismo tiempo se introdujeron zarigüeyas y ciervos que competían con ellos por los recursos.
Su número llegó a los años 90 del siglo pasado con 60 ejemplares, incluyéndose en la lista roja de especies amenazadas como una especie en peligro crítico.

Esto tuvo una respuesta social a finales del siglo pasado adoptando la drástica medida de trasladar a los ejemplares supervivientes a islas donde no tienen depredadores naturales y se formó un equipo nacional “Kakapo” para su conservación activa. Entre 1999 y 2005 creció de 62 a 68 ejemplares pero en 2002 una infección desconocida mató a tres hembras, el tratamiento con antibióticos evitó que la infección se extendiera.
El año más productivo fue 2009, cuando la población llegó a 124 individuos. Cifra que alcanzó los 127 individuos en 2012. Todos estos individuos llevan anillas identificadoras.
Como los propios responsables del proyecto de conservación del kakapo hacen destacar, un problema para el futuro de la especie está en la genética ya que al haber estado tan cerca de la extinción su diversidad genética se resentido considerablemente dando lugar un cuello de botella genético.
En el El Origen del Hombre, Darwin comentaba:
"Conforme el ser humano avanza en civilización, y las pequeñas tribus empiezan a unirse en comunidades mayores cada individuo tendría que extender sus instintos sociales y simpatías a todos los miembros de la misma nación, aunque le resulten personalmente desconocidos. Una vez alcanzado este punto, solo una barrera artificial puede impedir que sus simpatías se extiendan a los humanos de todas las naciones y razas... La simpatía más allá de los confines humanos, es decir, los sentimientos humanitarios hacia los animales inferiores, parece ser una de las últimas adquisiciones morales”
Esta simpatía interespecífica preconizada por Darwin es una de las bases fundamentales del movimiento ecologista y las políticas de conservación. No llegó a tiempo para salvar al dodo ¿Ha llegado a tiempo para salvar al kakapo?

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