Conozco a Shiro desde que éramos pequeños,
por eso le conozco bien.

Cuando entramos en la escuela
secundaria Shiro conoció a Seri, una chica inocente que se enamoró de él y,
siguiendo los dictados de su familia, intentó corresponderla. Pero no fue capaz
de estar con ella y la dejó.
Poco después de aquello, yo
comencé a hacer dos cosas: salir con Seri e imaginarme cual era el problema de
Shiro con las chicas.
Un año después, Shiro conoció a
Marco, un chico que llegó de intercambio, y todo cambió una tarde en que Marco
se insinuó a Shiro muy explícitamente. Shiro comprendió que era homosexual
cuando supo lo que era el amor. A partir de ese momento, comenzó a imaginarse
su primer beso con Marco, el primer beso de amor.
De esa fantasía sacó las fuerzas
para plantar cara a sus padres, para decir que no le gustaban las mujeres y
para comenzar a asistir a un grupo donde lo ayudaron a aceptar su
homosexualidad.
Fueron unos meses muy duros, en
los tuvo que afrontar el rechazo de su familia y del entorno donde había
crecido, pero Shiro siempre sacaba fuerzas de la idea de su primer beso con
Marco.
Para su sorpresa Seri se convirtió
en una aliada inquebrantable en la dificultad, creo que lo apoyó mucho más que
el propio Marco y tengo que reconocer que lo apoyó mejor que yo. A mí la imagen del beso Shiro con Marco me parecía
platónica, pero como en estas cosas no soy ningún genio preferí callar y
apoyar.
Habiendo encontrado un trabajo a
tiempo parcial y tras superar el rechazo de muchos de sus antiguos amigos,
Shiro comenzaba a ver la luz de la autoaceptación y la libertad. Nunca lo había
visto tan feliz y vital, daba gusto verlo.
Pero una tarde volviendo del
trabajo Shiro se quiso acercar junto a Seri a donde vivía Marco, dispuesto a
abrir su corazón, y allá, donde tantas veces se había imaginado a ambos juntos,
Marco estaba besando a una chica.
Seri me dijo que conocía a aquella
chica de algo, que era una buena persona y amiga, pero ahí estaba, ocupando
entre los brazos de Marco el lugar que tanto había ansiado Shiro.
No me avergüenza reconocer que me
alegro de no haber estado allí, porqué todo lo que tendría para Shiro serían
palabras y las palabras no serían consuelo. De hecho, lo único que Seri pudo
decirle fue “No sé qué decirte.”
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